Y es que hay relaciones tan poco saludables que nos causan más pesadumbre, frustraciones y dolor que alegría y complacencia. Sin embargo, por alguna sensatez que siquiera nosotros sabemos, nos aferramos en mantenerla. Nos empeñamos una y otra vez en volver a intentarlo, nos agarramos de voces y actitudes que no tienen nada que ver con la efectividad, mucho menos, con la persona que amamos.
Terminamos tan confundidos y perdidos en la irrealidad, en esa sensación entre el amor que desearíamos tener y el que realmente estamos viviendo que no sabemos ni qué hacer.
No, no está mal valorar a alguien con toda tu alma, sin ni siquiera disputar por ese cariño y liarse en que las cosas funcionen. Lo que no está perfectamente, es no que no exista reciprocidad, sentirte mal al no ser correspondido, y sobre todo, quedarte ahí para ver si ese sujeto, en algún tiempo, decide cambiar de crítica y de la nada, como por arte de magia, decide amarte acierto como tú la amas.
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